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IMPECABLE TRANSPARENCIA

Relato fantástico

Ajedrea sujetó el libro con ambas manos. Cerró los ojos y se concentró. Al cabo de un minuto comenzó a notar como las tapas tenían pulso, un latido regular que irradiaba calor y bienestar. La sala estaba muy concurrida esa noche. Unos cincuenta escritores se habían dado cita para presenciar las ofrendas de esa madrugada.

Ajedrea prosiguió en su trance. El volumen que tenía entre sus manos emitió sus primeros trazos. La joven visualizó el principio de la historia que contenía sus páginas. “Raquel era una mujer muy hermosa que se comportaba de forma déspota con los que la rodeaban. Menospreciaba y se burlaba del resto de damas por ser ella la más bella. Todos los caballeros caían rendidos a sus pies y Raquel aprovechaba que el puente levadizo de sus corazones estaba bajado para colarse dentro, saquearlos y huir con el botín. Era la flor más hermosa y potencialmente más venenosa, irresistible para los insectos que, una vez atraídos a su seno, se ofrecían mansamente para ser devorados. Todo aquel que se cruzase en el punto de mira de Raquel se convertía  en un barco desarbolado a la deriva a merced de las inclemencias”

Ajedrea sufría pequeñas convulsiones. El libro se recalentaba por momentos y comenzó a despedir humo mientras la joven soportaba a duras penas el calor entre sus manos. Los asistentes  permanecían en silencio, asustados y expectantes. Sabían que era el punto clave. En ese momento se dilucidaba el recorrido que tendría la novela.

La autora permanecía de pie frente a Ajedrea, aterrada al comprobar que su obra estaba a punto de evaporarse. La ardua tarea  en el transcurso de tantas noches de impávido insomnio, buceando sin tomar aire en el marasmo conceptual y filosófico, montando rompecabezas de piezas trasparentes, todo en la más absoluta  soledad. Minuto a minuto, hora tras hora, noche tras noche hasta la extenuación. Y en este mismo instante todo oscilaba pendularmente entre el ser o no ser. La vida o la muerte. El alumbramiento o el aborto.

Las imágenes en la cabeza de Ajedrea comenzaron a acelerarse.

“Raquel proseguía con sus fechorías generando tanto rencor que una de sus víctimas le envió una maldición en forma de inmortalidad pero sin detener su reloj biológico, que siguió su normal devenir. Fue envejeciendo, sembrando dolor y tragedia hasta que fue recluida en una torre de marfil sin puertas ni ventanas.

El día que cumplió cien años fue liberada y condenada a arrastrar su decrépito cuerpo por toda la eternidad como penitencia a tanta desventura”

Ajedrea arrancó a aullar en el momento en el que el libro comenzó a segregar un oscuro y viscoso líquido, que se descolgaba desde sus manos hasta el suelo, al tiempo que la combustión se hacía más patente y consumía por completo las tapas.

De un impulso Ajedrea arrojó el libro hacia arriba, quedando este adherido al techo mientras todos los personajes surgían del oscuro magma y corrían despavoridos por el cielo de la habitación, mientras los asistentes permanecían desencajados ante semejante visión.

Ajedrea fue recuperando poco a poco el resuello hasta que de su garganta salió un hilo de voz que anunció el veredicto

-Esta historia no se sostiene en el oráculo de los literatos pues la trama carece de fundamentos morales e imaginativos para ser aceptada. Así pues, este libro ha muerto antes de nacer –dijo la joven exhausta.

La autora permanecía con los ojos fuera de sus órbitas después de contemplar a la malvada y decrépita Raquel huyendo despavorida por el techo como un vampiro deslumbrado.

Todo el trabajo estaba perdido. Los contrapesos del otro lado habían arruinado su obra.

Ajedrea se retiró debilitada a sus aposentos mientras el murmullo de los escritores presentes se apoderaba de la sala.

Todo comenzó por un juego, por una casualidad. Ajedrea era una niña curiosa a la que le encantaba explorar todos los rincones y recovecos de la antigua librería propiedad de su padre. Contaba siete años cuando un día, mientras jugaba sola al escondite, se ocultó tras una estantería. Desde allí pudo observar como un hombre de apariencia extraña entraba en la tienda. Tras el mostrador Antoine, su padre, demudó su rostro al notar la presencia del hombre recién llegado. Traspuesto, corrió a cerrar la puerta, a bajar las persianas y a colocar el cartel de “cerrado”. El  hombre extraño presentaba un parche en el ojo y apenas tenía movilidad en la boca.

Preguntó a Antoine balbuceando -¿Tienes lo que busco?-

-Si, lo acabo de recibir. Ha venido directamente desde el otro lado- contestó el librero.

Antoine caminó hasta al centro del local, se arrodilló y tiró de una argolla oculta. Una trampilla cedió dando acceso a un lugar del que Ajedrea no conocía su existencia. Los dos hombres se sumergieron hasta desaparecer. La curiosidad aguijoneó a la pequeña que poco a poco se fue aproximando a la trampilla. Se asomó y pudo ver una larguísima y destartalada escalera que descendía hasta una gran sala con estanterías repletas de libros antiguos, todos tapizados de polvo y telarañas. Ajedrea no aguantó la tentación y comenzó a descender. Bajó con cuidado para no ser descubierta y se ocultó tras unos bultos alumbrados por bombillas de filamentos externos. Su padre y el extraño desembalaban una caja metálica de la que extrajeron un volumen que proyectaba extraños destellos.

-Aquí tienes -dijo Antoine-  El libro de la creación. Dentro de este volumen hallarás todos los secretos del universo.

El extraño no podía contener su alegría. Sacó una bolsa llena de monedas y se la entregó a su padre a cambio del incunable. Ascendieron por la escalera mientras Ajedrea los observaba tras los bultos. De pronto fue consciente que iba a quedar atrapada en el sótano. Arrancó a correr escaleras arriba, mas cuando llegó a la trampilla ya estaba cerrada. Comenzó a chillar y a aporrearla pero ya nadie podía oírle.

Así fue como Ajedrea quedó encerrada en el sótano de los libros sobrenaturales. Tras el susto inicial, la niña recuperó la calma y comenzó a curiosear por entre los volúmenes que las bombillas de filamentos externos iluminaban hasta que uno llamó poderosamente su atención. Era una caja muy grande y desvencijada. Contenía un libro titulado “La Alquimia de la mente” además de una antigua y polvorienta botella. La niña extrajo la botella y la observó detenidamente. Contenía un fluido de  un color amarillento retenido tras un tapón tallado con extrañas inscripciones.  Ajedrea  retiró el tapón y un fuerte olor inundó la estancia hasta que sintió perder la cabeza y cayó desmayada.  Permaneció inconsciente hasta que su padre ató cabos y la encontró un día después.

Tras el episodio en el sótano de los libros sobrenaturales todo pareció volver a la normalidad hasta que ciertos sueños inquietantes colonizaron las noches de Ajedrea. En ellos la niña caminaba por encima de un suelo frágil y transparente bajo el cual habitaban seres insólitos. Dichas criaturas acompañaban bajo el quebradizo  firme cristalino los pasos de Ajedrea durante su larga caminata hasta que repentinamente la fina capa se resquebrajaba y la niña caía para ser pasto de  las bestias.

A las pocas semanas Ajedrea comenzó a levantarse de su cama durante la noche. En un principio los episodios de sonambulismo eran esporádicos y tenían como escenario su casa. Hasta que un día descendió por las escaleras y se encaminó a la librería de su padre,  justo bajo la vivienda. Dormida, recorrió estanterías manoseando como una persona ciega libros para después regresar de nuevo a su cama.

Poco a poco sus noctámbulas excursiones se hicieron más y más frecuentes. Hasta que una de las noches, tras recorrer la librería, asió el picaporte de la puerta, lo abrió  y se lanzó a la calle.

Teresa, su madre, la seguía a cierta distancia.  Ajedrea tomó el camino que conducía al Monte de los Ángeles Yacentes. La mujer contempló aterrorizada como su hijita abría una puerta y se introducía en el camposanto. Con su blanco camisón vagaba entre los panteones hasta que pareció localizar una tumba. Una vez allí se arrodilló y comenzó a rezar en una lengua desconocida. El mismo ritual iba repetirse en tumbas diferentes a partir de esa madrugada.

Los paseos se alargaban hasta el amanecer. Cuando despertaba contaba a sus padres que en  sueños había conocido a un escritor que decía estar maldito por haber dedicado su vida entera a escribir sin conseguir reconocimiento alguno. Durante la ensoñación el autor le mostraba sus libros y le ponía al corriente de algún detalle de su obra. Por la mañana  la niña lo recogía todo en un diario encuadernado en oro.

Ajedrea no sabía nada de sus paseos nocturnos. Sus padres prefirieron no ponerla al corriente con el fin de no causarle dolor y vergüenza. Poco a poco la historia  corrió de boca en boca por toda la ciudad. La niña sonámbula que recorría durante la madrugada los cementerios de la ciudad, en busca de tumbas de escritores malditos para comunicarse con ellos. Al cabo de pocas noches una muchedumbre ya la acompañaba. Esperaban en la puerta de su casa y la seguían en silencio. Madrugada  tras madrugada, los cementerios acogían a una multitud que seguía respetuosamente a la niña allá donde fuese. Ajedrea caminaba durante horas con los brazos extendidos hasta dar con la tumba de otro escritor fallido. Cuando la hallaba, se detenía delante y permanecía allí rezando hasta poco antes del amanecer siempre rodeada por un gentío.

Durante el día Ajedrea notaba cómo la observaban de una forma especial, pero pensaba que se debía a su aspecto cansado y algo triste. Sus compañeras de colegio la querían pero la temían también. Sus  madres cuchicheaban a sus espaldas comentando los pormenores del paseo de la noche anterior.

Ajedrea fue sacando a la luz de los vivos a muchos escritores frustrados que en vida habían pertenecido a la burguesía. Sus familias reprimieron y escondieron sus inclinaciones literarias como si de peste se tratase. Algunas pagaron fuertes sumas de dinero a las editoriales para que no publicasen obra escrita por sus hijos, con la intención de evitarles el camino pecaminoso de los libretistas. Ansiaban borrar de sus mentes cualquier ambición literaria y recuperarlos para que ocupasen puestos de relevancia en las grandes compañías que estas familias de abolengo poseían. El resultado fue que estos infelices terminaron atragantados   con su propio caudal intelectual al no poder expulsarlo.

Un día, a la salida del colegio, algo en el suelo llamó la atención de Ajedrea. Era una pluma antigua. La asió e inició el camino de regreso a su casa. De repente sintió algo muy extraño. Cerró los ojos y su mente viajó a la velocidad de la luz. Fue el primer episodio de impecable transparencia. Volvió hacia atrás en el tiempo y recorrió  el espectro vital de la antigua pluma. Su cuerpo de madera había formado parte de un magnífico boj que habitó  en un frondoso y escarpado valle hacía mucho tiempo. Las raíces de este arbusto crecieron al absorber los nutrientes de la fuente sagrada. Su punta era de iridio, metal que impactó en la tierra en forma de meteorito, extinguiendo a los grandes saurios y allanando per se el largo camino del hombre frente a sus naturales competidores tras una larga evolución. El recubrimiento de la punta de este providencial metal también poseía un origen legendario pues era oro que formó parte de una máscara inca utilizada en sacrificios humanos y que llegó a Europa a bordo de un barco fantasma.

Ajedrea pudo constatar a través de la impecable transparencia que este objeto había pertenecido a un famosísimo escritor y que con ella dio forma a sus más exitosas novelas, algunas de ellas convertidas en grandes obras maestras de la literatura universal. El origen y la leyenda de la propia pluma  trasmitían un enorme potencial creativo a la mente del escritor, de la que surgían las más increíbles e inverosímiles historias.

La descomunal fama abocó al escritor a territorios neblinosos y a la pérdida total de anclajes emocionales desde el mismo día en que se sintió centro de la creación. Despilfarró su inmensa fortuna en vicios canallas hasta su más absoluta degradación.  Ya arruinado y con la mente arrasada, vendió su pluma por unas pocas monedas a cambio de alcohol de baja estofa con el que alimentar su gran incendio interior. Ese fue el principio del fin. 

Nunca más volvió escribir nada con un mínimo de coherencia. Sin la pluma era incapaz de juntar dos palabras que conviviesen amablemente. Acabó sus días recluido en el laberinto de sus pérfidas elucubraciones.

El encuentro con la pluma cambió el rumbo de los acontecimientos. A partir de entonces, Ajedrea dejó de deambular dormida por los cementerios y consiguió  domesticar su impecable transparencia para conocer las historias de todos los libros publicados y dar su veredicto.

Supo que la impecable transparencia  y sus visiones  solo aparecían con la última obra escrita. Si la sentencia sobrevenida era positiva, el autor conseguía altas cuotas de trascendencia. Si era negativa, los fantasmas atormentaban al escritor, malogrando su obra para siempre.

La fama como pitonisa de libros de Ajedrea traspasó fronteras y atrajo a escritores procedentes de todas partes del mundo, que acudían confiados a presentarle sus obras recién escritas. La mayoría eran jóvenes embebidos de sí mismos, que daban por sentado que superarían de sobra la prueba de impecable transparencia, aunque en realidad  pocos lo conseguían. Los rechazados eran, a partir de entonces, náufragos aferrados a los restos, luchando para no perecer ahogados en el mar de su soberbia.

Tras años visionando libros a través de la impecable transparencia, el estado de salud de Ajedrea comenzó a resentirse. Apenas comía y casi no podía conciliar el sueño. Salvo en sus apariciones públicas durante las ceremonias, la joven desapareció del mundo de los vivos. Su vida transcurría en su habitación en estado de semiletargo. Además cada vez era más frecuente el fenómeno del magma y  combustión, que acontecía siempre antes de que el libro era rechazado y que le ocasionaba un enorme desgaste físico y emocional.

Después del libro fallido sobre la hermosa Raquel, el siguiente escritor en realizar la ofrenda  fue un anciano de pelo largo canoso y rasgos orientales. Muy pocas personas de edad avanzada se atrevían a presentar sus libros, pues eran conscientes de que podría costarles la vida. Ajedrea se concentró, sujetó el volumen y de nuevo volvió a sentir calor. Comenzó a recibir imágenes inconexas. Podía ver una muñeca  que se abría y contenía otra dentro y así sucesivamente. Vio   también una niña jugando con un caballito de juguete, poco después a la misma niña  descendiendo por unas oscuras escaleras, un hombre con un parche en el ojo y sin apenas movilidad en la boca. De repente fue consciente de que se trataba de la impecable transparencia de su vida. El anciano oriental comenzó  a sufrir horribles espasmos.

Durante todos estos años el padre de Ajedrea, Antoine, había llevado su existencia lastrada por el tremendo peso de la culpa. Él era el responsable de que la niña hubiese bajado al sótano de los libros sobrenaturales y de su posterior infortunio.

 Su esposa había fallecido víctima de una enfermedad agravada por la tristeza que le provocaba los delirios de su hija. En el lecho de muerte hizo prometer a su marido que dedicaría hasta su último aliento a encontrar la forma de curar a Ajedrea y de traerla de vuelta a este lado.

Antoine vendió la librería con todos los volúmenes y utilizando sus contactos se dedicó con todo ahínco a recopilar información sobre el manuscrito “Alquimia de la mente” y su botella.

Supo que el autor fue un caldeo llamado Nosku que practicó la magia negra y escribió un ambicioso tratado sobre la alquimia primigenia nacida en Mesopotamia. Existían tres volúmenes que abordaban ese compendio del oscuro saber: “Las Alquimia y las almas”, “La Alquimia y los metales” y” La Alquimia y la mente”. Desde tiempos inmemoriales, estos libros fueron piezas muy cotizadas, tanto por personas ambiciosas y sin escrúpulos que querían adquirir poder y riquezas poniendo en práctica sus contenidos, como por parte de líderes religiosos que los buscaban para destruirlos al considerarlos la puerta de acceso al inframundo.

Después de recabar toda la información de que fue capaz, Antoine inició un largo viaje a lo largo y ancho del mundo buscando a alguien que pudieran darle alguna respuesta sobre la impecable transparencia.

Hasta que un día alguien contó a Antoine que en las llanuras de Mongolia existía un mago llamado Liam Xing, que viajaba con sus rebaños de caballos y que quizás podría ayudarle. Antoine recorrió Mongolia a lo largo y ancho hasta encontrarlo. Pidió audiencia y Liam Xing le recibió en lo alto de una montaña.

Antoine relató la historia de Ajedrea y pregunto a Liam Xing si podía ayudarlo. Tras varios minutos de silencio y reflexión, Lian Xing  le dio la bienvenida y  dijo  haber estado esperándolo desde hacía muchas lunas. Comenzó a relatar que su hijo, Shi Huang, también sufrió de impecable transparencia y que, así mismo, fue a raíz de estar en contacto con un antiguo libro cuyos conocimientos provenían de Mesopotamia llamado “La Alquimia y las almas”. Shi Huang, como Ajedrea, absorbió los vapores de una extraña botella cuyo contenido, conoció más tarde, estaba compuesto por polvo de papiros egipcios, que en su día fueron un manual de rituales iniciáticos de los escribas de Tebas.

Shi Huang era un apasionado de la lectura que viajaba junto a su padre conduciendo una caravana que portaban cientos de volúmenes. El niño estaba convencido de que los libros eran seres vivos, ansiosos por ser descubiertos y que sus hojas eran alegres jovencitas que esperaban pacientemente imaginando como sería el rostro del lector que las acariciaría con la mirada. Aguardaban  excitadas el momento de exhibirse y sentían como el lector se iba aproximando. Hasta el momento culmen en el que se entregaban a su amante devorador de palabras, que recorría embelesado su piel durante unos escasos instantes. El éxtasis y la excitación se tornaban en amargura y envidia cuando el lector las traicionaba pasando a otra hoja que como ellas se entregaba  con la misma pasión. Tras ese clímax instantáneo las hojas debían aguardar en una estantería a que otro amante  las volviese a poseer.  

Tras los primeros episodios de impecable transparencia padre e hijo acudieron a cuantos curanderos y chamanes se cruzaban en su camino para encontrar respuestas. Por recomendación practicaron magia hindú, rituales tibetanos, ceremonias budistas. Pero nada podía detener a Shi Huang que  solo ansiaba caer en los trances que le provocaban los libros.

Después de buscar y estudiar multitud de documentos pertenecientes a las culturas mesopotámica, egipcia y china, un día dieron con la clave.  Un antiguo libro aseguraba conocer el remedio para la impecable transparencia. Consistía en escribir de un nuevo volumen que relatase fielmente la vida del poseído en lengua mesopotámica para ofrecerlo en un ritual de consumación a la propia víctima.

Liam Xing puso a 20 sacerdotes a escribir la biografía de Shi Huang. Pero el proceso fue más largo y costoso de lo que en un principio se había previsto. Mientras tanto, la salud del joven cabalgaba desbocada hacia el abismo.

Cuando el volumen estuvo acabado, prepararon el ritual de consumación. Fueron convocados todos los brujos y chamanes de la región para que empujasen con sus plegarias en la buena dirección. Pero Shi Huang no soportó el peso del oráculo y murió casi al final de la ceremonia.

Poco después, Liam Xing encontraría una carta manuscrita dejada por su hijo que contenía una profecía sobre la llegada de un extranjero que le pediría ayuda para su hija. Desde entonces, un equipo de escribas y un traductor viajaban con la caravana de los libros  aguardando la profecía.

Liam Xing le dijo a Antoine que lo ayudaría pues se sentía en deuda con su hijo por no haber podido evitar su muerte. Antoine le contestó que había recorrido medio mundo con la única razón de salvar a su hija.

Y  así fue como Antoine comenzó a relatar con todo lujo de detalles la vida entera de Ajedrea, mientras los escribas lo transcribían al mongol y un traductor lo convertía al mesopotámico.

Cuando el libró estuvo terminado, Antoine y Liam Xing iniciaron el viaje de regreso. Poco antes de llegar, el mago contó a Antoine un detalle que se había guardado para sí. Durante el ritual de consumación el afectado debe decidir si se queda en este mundo o pasa al otro lado y la persona que ofrece el libro morirá. Liam Xing dijo que debía ser él quien ofreciese el libro a Ajedrea pues ya se sentía viejo y que si  lograba así recuperaban a Ajedrea, una parte de Shi Huang regresaría a la vida con ella. Además, si decidía quedarse en este lado necesitaría un padre que la cuidase.

 Ajedrea y Antoine hacía mucho tiempo que estaban distanciados. Desde la muerte de la madre solo se habían visto en contadas ocasiones. La joven sabía que su padre se auto inculpaba por no haber evitado su acceso al sótano de los libros sobrenaturales. Ajedrea, por su parte, no le perdonó el hecho de que le ocultase sus paseos  ante las tumbas de los escritores malditos. Pensaba que si hubiese sido consciente de lo que hacía durante las madrugadas, podría haber evitado el desarrollo de la maldita transparencia.

Cuando Liam Xing y Antoine llegaron a casa de Ajedrea, un gentío esperaba en la puerta. Antoine se había puesto una túnica cuyo gorro le hacía pasar desapercibido. Sabía que si llegaba a oídos de su hija su presencia mandaría que lo expulsasen de su casa, como ya había ocurrido en otras ocasiones.

En el exterior de la casa, Liam Xing le comunicó a la joven que deseaba presentar un libro. Ella, al comprobar que era un anciano le preguntó si era consciente de que podría ser el último que escribiese en su vida. Liam Xing respondió  afirmativamente.

Cuando abrieron las puertas, Antoine y Liam Xing entraron junto a la multitud. Presenciaron  atónitos la primera y espectacular impecable transparencia de la escritora cuyos personajes habían surgido de entre el magma. Antoine  tuvo que controlar sus instintos para evitar subir al altar y detener esa locura. Fue Liam Xing quien lo sujetó y con una mirada le hizo entender que debían esperar, que no podían estropear el plan que tanto tiempo y esfuerzo les había costado preparar.

Llegó el turno al Mago mongol y Antoine lo abrazó fuertemente, le dio las gracias por su ayuda y se despidió de él. Sabía que nunca más volvería a asomarse a esos vibrantes y dulces ojos.

Cuando Ajedrea sujetó con sus manos el libro preparado por los escribas mongoles, el corazón de Antoine latía a galope tendido. Liam Xing asistía impertérrito a sus últimos minutos de vida. Iba a inmolarse para intentar salvar a la joven que tenía delante y así resarcir la muerte de su hijo.

 El anciano oriental comenzó  a sufrir horribles espasmos. Mientras tanto Ajedrea parecía a punto de levitar. El libro que sujetaba entre sus manos comenzó a emitir una serie de luces que cegaron a todos los  asistentes, muchos de los cuales se revolvieron e intentaron abandonar la sala. El suelo se movía mientras se iniciaba la cuenta atrás de la vida de Ajedrea. Todos los asistentes fueron testigos de cómo su cuerpo iba rejuveneciendo por instantes mientras se aceleraba exponencialmente  el tiempo inverso. Su cuerpo de mujer iba perdiendo curvas a la vez que menguaba en tamaño, hasta que en pocos segundos  volvió a ser la niña que jugaba en la librería, reviviendo los momentos previos al encierro en el sótano. Con su mirada fresca e infantil  jugaba al escondite entre las estanterías de la librería de su padre. Desde allí pudo observar a un niño de tez amarilla con un extraño gorro de piel y vestido de forma llamativa que entraba en la tienda. El rostro de  Antoine se iluminó de alegría. Corrió a cerrar la puerta, a bajar las persianas y a colocar el cartel de “cerrado”.

El niño de tez amarilla preguntó a su padre -¿Tienes lo que busco?

-Sí, contestó Antoine – que llamó a Ajedrea para que conociese al joven oriental.

-Hola, me llamo Shi Huang ¿y tú?

-Yo soy Ajedrea -contestó la niña sonriendo

-He venido hasta aquí desde muy lejos para que tomes una decisión ¿Quieres venir conmigo al país de los libros sobrenaturales o continuar tu vida aquí con tu padre? –preguntó Shi Huang

Ajedrea miró a los dos detenidamente, cogió la mano del niño oriental y juntos  abandonaron la tienda mientras Antoine paralizado observaba como se alejaban desde detrás del mostrador.   

Con este relato quedé en segundo lugar en el concurso de relatos cortos de la Bolsa de Bielsa en el año 2012. Vamos a ponernos en situación. 1938. El río Gállego había sido frontera natural entre los bandos contendientes desde el estallido de la guerra civil, casi dos años atrás, hasta que los sublevados rompen el frente, dando lugar a uno de los episodios épicos de nuestra historia reciente. Tragedia y romanticismo caminando juntos de la mano.

SANGRE EXTRAÑA

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Era de noche. Lo que parecía una leve vibración pronto se tornó en estruendo cuando el rugir de los aviones  quedó encerrado entre las paredes del valle. Después llegaron los silbidos y al instante las explosiones. El Sanatorio de Pineta parecía un hormiguero en estado de alerta. En la oscuridad, gritos, carreras de las enfermeras y del personal, polvo, humo. Olor a tierra quemada. Otra pasada. Más bombas, aunque las explosiones parecían no tan próximas. La enfermera Marina Broto pudo asomarse a la ventana y el resplandor le permitió ver cómo la tierra se descarnaba al otro lado de la carretera. En efecto. El objetivo no era el Hospital sino la pista de aterrizaje recién construida.

La habitación 226 y el comedor de la tercera planta habían quedado parcialmente destruidos. A primera vista parecía que solo había desperfectos. Milagrosamente no había más heridos entre los heridos.

Amanecía. Pasado el desconcierto por el bombardeo todo volvió a la normalidad. Las enfermeras a sus curas y los heridos a sus camastros. Una pregunta flotaba en el ambiente como la densa niebla en las noches de invierno. ¿Cómo ha llegado tan rápido a oídos de los nacionales? ¿Cómo, tan solo después de una semana trabajando por la  noche y tomando todas las precauciones, han sabido de la existencia de la pista de aterrizaje y de su lugar exacto?

Por la mañana trajeron más heridos. Eran de otro bombardeo realizado como respuesta a la emboscada que la 43a división había preparado unos días atrás y que había producido un gran número de bajas en las filas de los sublevados.

Marina tuvo que hacerse cargo de los peor parados. Con graves amputaciones, la mayoría murieron antes de ser atendidos. No se disponía de suficiente material quirúrgico ni de calmantes. Un soldado con impactos de metralla en cabeza y torso fue el primero que no dispuso de morfina. Mientras se le realizaba la cura, y debido al fuerte dolor, el soldado se desmayó. Un momento después volvió a la conciencia y asió con su mano fuertemente la de Marina, a la vez que emitía sonidos ininteligibles.

-Duele mucho, Camarada, lo sé. Lo siento, pero no disponemos de más calmantes. Desde que los franceses nos han abandonado ya no llegan suministros- dijo Marina.

El soldado seguía con sus sonidos y comenzó a hacerle gestos como si escribiese en un papel.

-¿Qué quieres camarada? ¿Qué quieres decirme? ¿Quieres escribirme algo?

El soldado movió los ojos afirmativamente. Marina salió en busca de un cuaderno y un lápiz a su habitación. Por el camino alguien la abordó y la metió en un cuarto. Era el Capitán Escuer.

-¿Qué ocurre?- preguntó Marina.

– No se asuste, enfermera Broto. Estoy intentando hilar cabos en el tema del bombardeo de esta noche. Usted está mucho tiempo con el enfermero Luzás ¿no es así?…

Marina regresó con un cuaderno y el herido comenzó a escribir a duras penas.

“Mi nombre es Basilio Alastruey. Soy miliciano en la 43a División. Por favor, saque del  bolsillo de mi pantalón un diario. Le ruego que se lo haga llegar a mi madre que está en Jaca. Ella se llama Simona Garcés. Gracias, Camarada”.

Marina abrió el bolsillo de pantalón y extrajo un libreto raído y con restos de sangre que guardó en el bolsillo de su bata.

Cuando acabó la larga jornada, se acostó en su camastro y recordó lo del diario del miliciano Alastruey. Lo abrió y comenzó a leer.

“Jaca. Día 20 de Julio de 1936

No hemos podido evitarlo. La plaza de Jaca es de los sublevados. Obreros de las fábricas de Sabiñanigo, junto a paisanos de Jaca y de otros pueblos, hemos intentado hacerles frente con escopetas de caza por las calles, pero no ha sido posible. Ha habido mucha sangre. Decenas de muertos y heridos. Durante la desbandada general, Padre ha podido escapar.  Antes de partir me ha rogado que cuide de Madre. He regresado a casa. Madre parecía muy asustada. Mi hermano Miguel estaba con ella.

Día 22 de Julio de 1936

Por la mañana han venido los falangistas a registrar mi casa y a requisar todos los documentos que tengan que ver con el Ayuntamiento. Nos han dicho a Miguel y a mí que nos unamos a ellos. Que a mí me vieron en las revueltas de antes de ayer. Madre estaba muy nerviosa. Nos ha implorado que vayamos. Que con Padre huido ya es suficiente.

Día 29 de Julio de 1936

Mi hermano Miguel se ha alistado a la Falange. Dice que siendo nuestro padre socialista no podemos hacer otra cosa si no queremos que nos maten. Que han empezado a fusilar comunistas y anarquistas. Le han dicho que si aparece Padre lo fusilarán por alcalde y por rojo. Hemos discutido. Al final me ha contado que le habían dado un recado para mí. Que o me alistaba en dos días o me darían el paseíllo. Que me daban esa oportunidad solo por mi tío Ventura que es Capellán del Ejército.

Día 3 de Agosto de 1936

Al final me he alistado. Madre se estaba muriendo del disgusto. Mi tío le ha avisado que si no daba un paso al frente vendrían a por mí. No puedo hacer otra cosa. Madre me rompe el corazón.

Día 14 de Agosto de 1936

Nos han congregado en la explanada del Grupo Escolar. Hoy se constituye la Falange Española de Primera Línea. Todos uniformados y en perfecta formación. Mi tío Ventura oficia la misa. La Madrina del acto es la hija del actual Alcalde,  nombrado por los insurrectos. Mientras el Teniente de Carabineros arenga a la multitud con su discurso patriota y antirrepublicano, yo continúo tragando bilis mientras todos damos vivas a favor del nuevo orden.

Día 22 de Agosto de 1936

Hemos empezado la instrucción en la ciudadela. Ninguno pasamos de los veinte. Casi todos son hijos de militares o gente de derechas. De vez en cuando,  a mi hermano y a mí nos recuerdan que nuestro padre es rojo y que si lo capturan tendremos que ejecutarlo nosotros. Miguel les dice que sí, que él lo hará,  solo para hacerse el bravucón. Yo permanezco callado mientras por dentro se me llevan los demonios. La única manera que tengo de seguir adelante es pensar que todo lo que aprendo puede valerme para defender a la República.

Día 10 de Septiembre de 1936

Mi amigo Amado me ha hecho llegar un mensaje de Padre. Me dice que están cerca y que están bien. Que aguantemos hasta que se sofoque la rebelión. Yo no sé qué hacer. Convivir con los fascistas y hacerme pasar por uno de ellos es algo insufrible. Tengo que confesarle a Madre mi intención de irme con Padre. A mi hermano no puedo decírselo. Está cambiando por días. Creo que se está convirtiendo en uno de ellos. Si le confieso mis intenciones estoy seguro que me delatará”.

-Enfermera Broto, el Capitán le reclama en su despacho – dijo el Cabo Gimeno.

Marina cerró el diario y se encaminó al despacho.

-Enfermera Broto, siéntese – dijo el Capitán.

-Gracias – dijo Marina.

-Contésteme a las siguientes cuestiones. Usted acompañó al enfermero Luzás el pasado martes a Bielsa ¿no es así? – siguió el Capitán.

-Si Señor – dijo Marina.

-¿Observó algo extraño en su comportamiento durante el recorrido?, ¿sabe si se vio con alguien, aparte de con las personas vinculadas al objetivo del viaje? – dijo el Capitán.

-Pues déjeme que piense – dijo Marina – Umm…  pues es posible que estuviese algo nervioso y con una actitud un tanto extraña durante esa jornada. Y en cuanto a con quien se vio, fuera de las personas de la botica médica y el Ayuntamiento, pues… sí, ahora que pienso, en un momento salió a la plaza y habló con un paisano al que le dio una caja de medicamentos.

-¿Podría identificar a ese paisano? – continuó el Capitán.

-Es posible, pero no estoy segura – respondió Marina.

-De acuerdo, puede retirarse, enfermera Broto – dijo el Capitán.

Al día siguiente el estado de salud del miliciano Alastruey había empeorado. La carencia de antibióticos comenzaba a producir estragos entre los heridos. Cuando Marina acabó su jornada  se retiró a su habitación y prosiguió con la lectura del diario de Basilio.

“Día 1 de Octubre de 1936

Hoy es mi primera misión de vigilancia. Mi centuria, junto a miembros de Acción Ciudadana, ha sido desplazada al pueblo de Aquilué para realizar labores de reconocimiento. Temeroso a cada paso que doy por si topamos con Padre o sus compañeros. Menos mal que ha logrado huir. Cuando la sublevación de Jaca, Padre se significó mucho, pues apoyó desde el principio el pronunciamiento. Fueron unas jornadas intensas, revolucionarias y maravillosas. Por las calles todo el mundo celebraba la proclamación de la República. Fue la antesala al derrocamiento del Rey y posterior proclamación de la Segunda República. Pena que también acabó en un baño de sangre y el posterior fusilamiento de Galán y García.                Seguimos avanzando. Me odio por estar al servicio de los golpistas fingiendo fidelidad a unos ideales y unos preceptos que detesto. Creo que mi angustia es notoria y ha llegado a oídos de mi tío. Cuando coincidimos, me lanza un mensaje sin mediar palabra.  Con una mirada esquiva parece suplicarme que no cree más problemas. Sé que es una persona muy respetada entre los mandos pero también sé que su mano  para sacarme de líos tiene un límite. Yo lo respeto porque adora a Madre. Es su ojito derecho y siempre hará todo lo que esté en su mano para protegerla. Me encuentro en una encrucijada. Entre la espada y la pared. Por momentos  me digo que debo adaptarme a la realidad que ha tocado por Madre y mi propia supervivencia. Pero al instante me angustio por traicionar mis ideales y a mi gente. A Padre.

Mi hermano, en cambio, está subiendo rápido en el escalafón. Ya es jefe de Centuria y tío Ventura le augura un gran futuro. Un Teniente le ha comentado que van a crear una nueva unidad llamada Cuerpo de Esquiadores y que lo va a recomendar. Le ha dicho a mi tío que se necesitan jóvenes luchadores valerosos como él para limpiar España de rojos y ateos.

Esta gente son unos resentidos y unos fanáticos. El Gobierno republicano tiene que acabar con esta locura.

28 de Noviembre de 1936

Han matado a Padre en Gavín. Madre está desecha. Han traído su cadáver como trofeo de caza. Le han despojado de su ropa de oficial, lo han cubierto de harapos y lo han expuesto a la entrada del Ayuntamiento. Ahora nos obligan a todo el pueblo a desfilar delante de su cadáver. Mi hermano, como muchos fascistas, le ha escupido. He tenido que tragarme mis lágrimas. Todos me observaban y se reían. No puedo más.

20 de Diciembre de 1936

Nos han movilizado a la zona del Guarga. Parece que hay una base del ejército republicano en la pardina de Estaún. Somos diez falangistas. Francisco y yo lo tenemos todo planeado. Francisco es hijo de un representante sindical también asesinado durante las primeras revueltas. Hemos preparado nuestra fuga a conciencia.

Nos hemos ganado la confianza de nuestro jefe de Centuria para que nos deje ir en vanguardia. Tenemos una servilleta blanca cada uno como señuelo para evitar que nos disparen. Esperaremos que anochezca para consumar la deserción.

21 de Diciembre de 1937

Lo he conseguido. Ya estoy en el bando republicano con todo mi armamento.  Francisco ha sido capturado. Alguien se ha dado cuenta de nuestras intenciones y nos estaban vigilando. A Francisco lo han detenido en el momento de la huida. Pobre.  Nada más cruzar la línea, he contactado con la 130a Brigada del Ejército Republicano. Me han detenido e interrogado durante muchas horas. Me han preguntado sobre cuestiones relativas al frente y a la situación de Jaca. Cuando les he dicho que soy hijo de Matías Alastruey, Alcalde socialista asesinado y linchado públicamente por los fascistas, me han dejado tranquilo. Después, me han dado el pésame.

20 de Abril de 1937

He sido destinado en el polvorín de Yésero. En este destacamento custodiamos todo el armamento destinado al frente del Serrablo Norte. Estamos a pocos kilómetros de la línea de fuego que está estabilizada en Gavín. A pesar de estar a poca distancia de donde asesinaron a Padre, o quizás por eso, mi moral está alta. Todos los que lo conocieron en el campo de batalla ensalzan su valentía y compañerismo. Ya estoy en paz conmigo mismo  pues lucho por lo que siempre he creído. Creo que los fascistas caerán pronto. Mi única amargura es que no sé nada de Madre”.

La cocina del Hospital de Pineta, más que cocina, parecía una nevera. Apenas quedaba nada con qué preparar rancho para los heridos y enfermos y ya nadie tenía tiempo para hacer leña. En una silla de anea, con las manos atadas atrás, el enfermero Luzás miraba al vacio. Toda la noche de interrogatorios no habían quebrado su moral. Volvieron a la carga.

-¿Cuál es tu verdadero nombre? – preguntó el Capitán.

-Ignacio Luzás.

-Mentira, tu documentación es falsa. Tú nunca estudiaste enfermería en Huesca.

-¿Para quién trabajas?

-No sé de qué me está hablando.

-¿A quién le entregaste el paquete?

-¿Qué paquete?

-¿Está usted pasando información al bando sublevado? ¡¡¡¡CONTESTE!!!

Marina permanecía de pie. Estaba muy nerviosa, mareada. Nunca había presenciado un interrogatorio. Le parecía una contradicción que en un hospital se lastimara a la gente. Entretenía su mente pensando en cómo curar las posibles heridas que iba a sufrir del enfermero Luzás si no confesaba. Todo esto tiene que ser necesario, se decía Marina. Confiaba en el Capitán. Era un hombre justo. El Capitán notó el estado de desazón de Marina.

-Enfermera Broto, puede retirarse – dijo el Capitán.

Marina salió del cuarto y se sentó en una silla de la sala de espera. Volvió al diario.

“2 de Febrero de 1938

No llegan buenas noticias. Los Nacionales han roto el frente avanzando por la Guarguera y tomando el puerto del Serrablo. Cuando el pesimismo aflora, el Esquinazau nos levanta la moral. Venceremos. La razón está de nuestro lado. Defendemos un gobierno legítimamente elegido por nuestro pueblo. No puede ser que ganen la guerra los alzados en armas.

13 de Febrero de 1938

Evacuamos Yésero. Los Nacionales avanzan por la carretera después de romper el frente en Gavín. Hemos volado el polvorín y nos dirigimos precipitadamente hacia Broto.

15 de Marzo de 1938

El día más triste de mi vida. En plena retirada por el Valle de Vió hicimos noche en Fanlo. Pensábamos que el enemigo estaba lejos y que esa lejanía nos permitiría dormir más o menos tranquilos. Después de cenar y de un poco de juerga tuve ganas de orinar, me retiré a una era que asomaba al valle. El silencio era total y la noche era mágica pues había la luna llena. De repente percibí un sonido. A lo lejos pude distinguir unas manchas blancas que avanzaban entre el bosque. No cabía duda, los fascistas venían a cortarnos el pescuezo. Volví donde mis compañeros y, haciéndoles señas, les expliqué lo que estaba ocurriendo. Recogimos nuestras armas y, con sigilo y en silencio, fuimos ocupando posiciones a la entrada del pueblo. Esperamos que se aproximaran lo suficiente y abrimos fuego a discreción. Cayeron como moscas uno tras otro. No les dimos ni opción a defenderse ya que los pillamos por sorpresa. Después de unos 10 minutos de intenso fuego, paramos. El silencio y la luna se volvieron a adueñar del valle. Una sensación de euforia se apoderó de todos nosotros. Era la primera vez que entraba en combate y estaba como ebrio. Mis compañeros empezaron a recoger las armas dispersas del enemigo entre patadas e insultos a los cadáveres. Me acerqué  y pude comprobar que vestían con un uniforme blanco, ahora teñido de rojo. Algunos llevaban esquís en las mochilas. El Capitán Palacios fue recogiendo las documentaciones de todos los cuerpos y se retiró a su aposento en una de las casas del pueblo. A los pocos minutos me hizo llamar. Entré en su habitación y me ordenó

que me sentara. Después me comunicó la peor noticia de mi vida. Mi hermano Miguel estaba entre los muertos. Me quedé paralizado. Mi mente tardó unos segundos en darse cuenta de lo que acababa de ocurrir. ¡No puede ser! ¡Mi hermano está muerto y es posible que yo mismo le haya dado muerte! La imagen de Madre fue lo primero que se instaló en mi cabeza. ¡Pobre Madre! Primero Padre, ahora Miguel, quién sabe si yo mañana… ¡Maldita guerra! ¡Perdóname, Madre!¡Perdóname!

2 de Abril de 1938

Estoy hundido. Lo de Miguel me ha dejado vacío por dentro. Solo intento sobrevivir y poco más. Estamos en Escalona preparando una emboscada. Lo que ocurrió en Fanlo ha enfurecido al bando nacional. Ha sido un golpe muy duro para ellos. Para mí también. Las cosas no van bien. Estamos batiéndonos en retirada. Pero la moral del resto sigue alta. El Esquinazau es el responsable ¡No pasarán!

22 de Abril de 1938

Nos estamos replegando por el valle del Cinca practicando emboscadas. Fingimos abandonar un pueblo pero nos escondemos entre los escombros de las casas y por las cercanías. Esperamos a que aparezca el enemigo y, cuando lo tenemos a tiro, abrimos fuego. No puedo evitar estremecerme cuando veo morir a algún fascista. Por un momento me parece ver a mi hermano Miguel. Desde que deserté, no he tenido noticias de Jaca. Estoy muy apenado. Espero que Madre llegue a perdonarme algún día.

15 de Mayo de 1938

Somos héroes. Somos el símbolo de la resistencia antifascista.  El presidente Negrín y el Jefe del Estado Mayor nos han visitado. La moral de toda la 43a división está muy alta. Empezamos a preparar la reconquista del valle del Cinca.

20 de Mayo de 1938

Tras duros combates hemos abandonado la central de Lafortunada. Los fascistas intentaron negociar con el Esquinazau para evitar la voladura de la central pero al final la hemos destruido. Nos llegan noticias de que en Bielsa está siendo evacuada la población civil hacia Francia.”

-Mi Capitán, tenemos algo – dijo el Cabo Gimeno.

-¿Qué hay, Cabo? – preguntó el Capitán.

-Este hombre está afiliado a la CNT, según las fotos de nuestros archivos. Se llama José Pardina. Tiene mujer y dos hijas.

-¿Es verdad eso? – preguntó el Capitán al enfermero.

-Si señor – contestó el enfermero.

-Me llamo José Pardina Muro y soy de Belsierre y sí, he pasado información a los fascistas y lo volvería a hacer. Les he dado las coordenadas del aeródromo de Pineta. La vida de mi mujer y mis dos hijas depende de mi labor como informador.

No aguantó más y rompió a llorar.

-¿Qué culpa tienen ellas de todo esto, eh? ¿Dígamelo usted, Capitán? Yo soy de los suyos, se lo juro, pero no puedo hacer otra cosa si quiero recuperar a mi familia con vida. O trabajaba para ellos o las mataban ahí mismo.

-¿Cuál era su trato? – preguntó el Capitán.

-Debía pasarles las coordenadas del aeródromo y darles una fecha fiable para empezar el ataque.

-¿El ataque? Últimamente somos atacados casi a diario.

-Eso forma parte de su estrategia. Quieren que se acostumbren y bajen la guardia. Quieren liquidar la Bolsa de Bielsa de una vez por todas. Es un símbolo y quieren hacerlo desaparecer. Tratan de evitar a toda costa la reapertura de la frontera con Francia para imposibilitar el abastecimiento que podría propiciar  una contraofensiva. El ataque al aeródromo ha sido solo el comienzo.

-¿De qué tipo de ataque estamos hablando? – preguntó el Capitán.

-Ataque aéreo masivo de la Legión Cóndor. Quieren convertir Bielsa en la segunda Guernika.

El Capitán permaneció impasible durante un minuto hasta que reaccionó.

-Cabo Gimeno, contraste con el Estado Mayor a ver si hay algo de verosimilitud en lo que dice este hombre, mientras tanto denle comida y agua y dejen que duerma un poco.

Mientras tanto, Marina continuó leyendo el diario de Basilio Alastruey.

“3 de Junio de 1938

Hoy les hemos dado su merecido a los fascistas. Parapetados en los pliegues del congosto de las Devotas hemos preparado una trampa en la que han caído como si de gorriones se tratase. Se han encontrado en medio de un fuego cruzado con resultado de una cuarentena de muertos al menos. Después, ha llegado la aviación alemana y no ha  parado de hostigarnos durante todo el día. Deben de estar muy dolidos. Ha habido varias bajas entre los nuestros. Intentamos defendernos pero la superioridad aérea de los nacionales es incuestionable. Si el ejercito republicano no envía aviones que les hagan frente, no sé que va ser de nosotros.”

Era el último apunte.

Marina cerró el diario y buscó a Basilio entre los heridos. Estaba en un camastro en el cuarto de los terminales. Le cogió la mano y Basilio abrió los ojos muy lentamente.

-No te preocupes, Basilio. No sé cómo, pero haré llegar el diario a tu madre.

Basilio asió fuertemente su mano y dijo con mucha dificultad  y pareció sentir cierto alivio

-Capitán, el Estado Mayor ha ordenado que prepare la evacuación total de Bielsa hacia Francia. Parece que se han tomado en serio la historia del enfermero. Los servicios de información ven indicios de que se prepara un bombardeo por parte de la aviación alemana a gran escala por este sector- dijo el Cabo Gimeno.

-Muy bien, Cabo. Tráigame a mi despacho al falso enfermero- dijo el Capitán.

-Siéntese- dijo el Capitán.

José Pardina tomó asiento,

-¿Cuáles eran las condiciones para la liberación de su familia?- dijo el Capitán.

-Que el mismo día que yo les entregue el sobre con la fecha de inicio del ataque, ellos pasarían a mi familia a Francia por el puerto de La Pez- dijo José.

-Bien, vamos a hacer una cosa- dijo el Capitán -vamos a simular que nosotros no sabemos nada, es más, vamos a concentrar todos nuestros vehículos y todas nuestras unidades en Bielsa a partir del 9 de Junio para que sea creíble. Todo ello aparentemente. Mientras tanto vamos preparando el repliegue definitivo de nuestras fuerzas a Francia.

-Bien, señor José Pardina. Tiene usted la oportunidad de recuperar a su familia, colaborar con la causa de la República  y además recuperar su honra. Solo tiene que comunicar que el aeródromo estará funcionando a partir del 10 de Junio y que ya ha visto víveres procedentes de Francia circulando por aquí.

José Pardina se quedó pensativo.

-Es muy arriesgado, pero supongo que no me queda otra- dijo.

-Así es. Si se niega, tendrá un juicio sumarísimo, será condenado por traición y fusilado- dijo el Capitán.

-No hace falta, Capitán. No voy a hacerlo por intimidación. Voy a hacerlo por convicción.

El Capitán ordenó iniciar los preparativos del repliegue de las tropas hacia Francia, a la vez que concentraban toda la artillería disponible, vehículos y carros en los alrededores de Bielsa. También ordenó que se construyeran varias trincheras nuevas para que diese la impresión de que Bielsa se fortificaba.

Como habían pactado, José Pardina contactó con los sublevados y les comunicó que ya se había iniciado el reabastecimiento a Bielsa desde Francia, y que se preveía la llegada de varios cazas al aeródromo. También exigió la liberación de su familia, tal y como habían acordado.

Al día siguiente, un avión de reconocimiento alemán sobrevoló Bielsa para comprobar el aparente rearme.

A los dos días, José Pardina y su familia se reencontraban en el Valle de Aure.

Marina permaneció cuatro días al lado de Basilio Alastruey intentando paliar su tremenda agonía, hasta que falleció el 9 de Junio de 1938.

El día 12 de Junio el Hospital de Sangre de Pineta fue evacuado. Todos los heridos fueron cargados en camillas y porteados por miembros del ejército y milicianos.

Marina, junto el resto de personal sanitario, acompañaba a la comitiva sin dejar de practicar curas y cuidados. El silencio, solo roto por las bombas que caían sobre Bielsa, les persiguió durante toda la ascensión al puerto.

El dolor, el cansancio, la tristeza, el frio… Todo esto se materializaba de pronto, como si de pesas de un reloj se tratase. Marina ascendía por la senda tratando de asimilar la tragedia de la familia Alastruey. La tragedia de tantas familias. Cómo la guerra había roto para siempre lo más sagrado. Cómo había enfrentado a hermanos, padres, primos…  ¿Dónde habitaba tanto odio? ¿Dónde se acumulaba la energía para tanta lucha? ¿Cuál es el límite a tanta sangre derramada? Sangre de todos. Sangre nuestra. Sangre extraña.